martes, 18 de enero de 2011

El amor por ella

    
Aún no entiendo como es que permanecía caminando tan tarde, con la seguridad y el presentimiento que algo podía pasar. Llevaba más de tres horas esperando a que algo ocurriera y realmente no tenía un sitio a donde regresar, - O lo tenía aunque si lo hacía no me sentiría del todo bien-.

Entonces comencé a sentir que no estaba sola, que a pesar de no tener compañía física en aquella caminata nocturna y aparentemente peligrosa, tenía los pies donde  me correspondía tenerlos y cada paso me hacía sentir segura; luego comprendería el porqué de todas estas sensaciones.

Cuando ya me hallaba con hambre y cansada, me detuve  unos minutos convencida de que ya nada pasaría y que solo me quedaba comer y regresar a aquel punto a donde no quería volver.

Comí algo, y a pesar de no tener mucho dinero compartí mi alimento con el primer mendigo que se acercó a pedirme una moneda; alguien me observo mientras lo hacía  y al corresponder su mirada descubrí que era a ella a quien durante esos minutos esperaba.

Nos saludamos, pues sabíamos que nos conocíamos, ella se negó a aceptarlo, pero algo dentro de mí aún me confirma que nuestro reecuentro no fue casualidad. Me senté a su lado largas horas y me olvidé del tiempo y de la gente que puediera estar observándonos. Pasaron cinco horas en las que ella dejó una marca en mi vida para siempre.

Aunque esa noche la  hallé, y esa misma noche creí perderla , hasta el sol de hoy no he dejado de agradecer al destino por su existencia, pues fue a través de ella  que comencé a experimentar “un amor” que nunca antes había sentido  y no fue inmediatamente que me percaté de esto; sino hasta que comencé a extrañarla cada que me alejaba de ella.

 Con seguridad ahora puedo admitir que.:

Sí!, me enamoré de sus olores, de sus colores, de cada una de sus formas y rincones, pero ante todo me enamoré de su gente, la que después de aquella noche llegaba y dejaba un bonito e incomparable detalle en este nuevo lienzo de trazos finos del que se compone mi vida.
Todo dejó de tener ese color parco y primario, cada persona que provenía de ella,  me trataba como nadie fuera de allí lo ha hecho jamás, me hacían sentir especial desde el primer momento, me hablaban y me miraban como si me conocieran de siempre, así también me hallaba descubriendo sensaciones que hasta el momento no puedo describir con claridad; porque no solo la gente, nada era igual allí; ni la lluvia, ni el aire, ni la luna, ni cada una de sus estaciones, ni el sol, ni yo, nada se veía igual en este nuevo cuadro.

Así fue como empecé e sentirme por primera vez parte de algo, encajaba, no me incomodaba y si lo hacía lo olvidaba muy rápidamente, combinaba, y hasta me parecía haber pertenecido allí antes de disfrutarla como ahora la disfruto, -cómo es que estuve allí tantas veces y me olvidé de sentirla tan mía- y es que sí, siento que se hace mía de corazón y que por tanto no puedo dejar de valorarla y de compartirla con cualquier persona..

Las horas y los días no pasan estando allí, podría tener mucho que hacer, o simplemente estar sentada imaginando sus secretos y aún así todo instante me transforma, me hace sentir libre y amarrada a la vez. Puedo estar sola, acompañada, puedo estar en un solo lugar, o puedo estar moviéndome en tantos de sus lugares y el tiempo no permite que yo la vea una y otra vez de la misma manera

Puede ser aquella casa que me acogió, pueden ser los personajes que me permiten permanecer ahí con tanto gusto, “sus hierbas”, sus energías, su desorden particularmente bien distribuido, pueden ser sus esquinas, sus museos, sus establecimientos, sus restaurantes, sus trufas, su canelazo a la luz de las velas, su música, sus eventos, su vino caliente, su pan con chocolate, ¡su comida kosher!. Tantas, tantas cosas; puede ser su cielo tan distinto, sin igual, incomparable, infinito y admirable con sus azules  claros  u oscuros pero siempre de tonos especiales; o puedo ser simplemente yo, quien se conmueve con todo lo que recibe allí, quien a pesar de de estar emocional y sentimentalmente “sola”, no se cansa de agradecer y es quien quisiera tener la certeza, que no tendrá que salir de allí en mucho tiempo, pues no concibe plenitud semejante.

Pido al destino  que mientras pueda seguir viviendo este será mi constante “amor”, mi casa: LA CANDELARIA.



   

7 comentarios:

  1. No morire sin visitar ese sitio. Precioso Adri.

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  2. Adri que magnífica manera de describir un lugar, realmente es un buen candidato para ser un gran amor. Y como dice DDmx no deberiamos de morir sin visitarlo. Besos.

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  3. DDmx: eres muy amable por leer y comentar, la Candelaria te abre las puertas de par en par, un abrazo.

    María: Un dulce amor, es verdad. Esos brazos me han recibido y estoy tan agradecida. Un beso!

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  4. Te entiendo tanto !! Yo vivo enamorada de una ciudad y no me la saco de la cabeza ni en sueños.
    Es un amor que siempre está ahí, siempre te acogerá y morirá cuando tú lo hagas. Aunque siempre puedes dejar el sentimiénto a las personas de que ese amor fué importante.
    Besos

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  5. Si algún día voy a ese lugar que tan hermosamente describes, te pediré que me acompañes :)

    Un abrazo Adri.

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  6. Baldufeta, ese es un amor del que no se sienten celos si otras personas terminan enamoràndose tambien de ella. Muchas gracias por tu comentario.

    Acapu: Yo estarè gustosa de acompañarte a conocer ese grato lugar. Gracias por comentar, un abrazo.

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  7. Hola, bello blog, preciosas entradas,si te gusta la palabra elegida, la poesía,te invito al mio,será un placer,es,
    http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
    gracias, buen miércoles, besos dispersos..

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